-¡Espabílate niña, vamos
ya!-exclamo ansiosa la nana jalando a Elisa del brazo lo que la hizo desprender
su mirada de la de Damián- Tu madre ha enviado a Jesús a buscarnos…
-¿Qué? –la interrumpió alarmada
Elisa- ¿Cómo? ¿Por qué?
-¿Quién es Jesús? –Inquirió
curioso Damián al notar el ansioso tono de voz de Elisa-
-El chofer –respondió ella
apurada y arremetió de nuevo con preguntas a su nana:- ¿Por qué ha hecho eso mi
madre? ¿Te ha dicho algo, Jesús?
-Poco… pero no es momento de
indagar, date prisa, salgamos ya –la urgió la nana- Jesús nos espera con el
auto afuera, tuve que soltar una sarta de excusas tontas para justificar que no
estuvieras conmigo, dudo que se haya creído alguna-resopló-, por lo que tuve
que prometer buñuelos para que no le cuente a tu señora madre que no estabas
conmigo.
Damián las observaba atento, no
entendía nada de lo que sucedía, pero el gesto angustiado de Elisa le calaba
los huesos.
-¿Por qué lo ha mandado por
nosotras? ¡Nunca lo hace! –insistió Elisa clavada en el suelo, el miedo le
impedía moverse. Damián le sostenía su lánguida mano con firmeza tratando de
calmarla- ¿Habrá llegado mi padre a casa antes de lo acostumbrado?
La mandíbula se le crispo a
Damián al percibir el pánico en el tono de voz de Elisa. No podía evitarlo,
saber que su delicada dulcinea temía ser castigada o, peor aun, azotada de
nuevo, le elevaba la temperatura de la sangre casi al punto de la ebullición.
-¡No! –Acoto la nana- Eso ni lo
digas… Císcalo, císcalo diablo panzón…
-Entonces, ¿Por qué la
urgencia?-pregunto Damián al ver que Elisa no podía emitir palabra alguna-
La nana elevo los ojos al cielo
en un claro gesto de desesperación, que lentos eran estos jóvenes, ¿ellos eran
el futuro? Pues que porvenir más atontado le esperaba al mundo, pensó
desesperada ante la parsimonia del par de enamorados.
-El chofer no sabe mayor detalle,
tan solo le indico Doña Eugenia que nos buscara y llevara a casa lo antes
posible, así que vámonos ya.
Damián hizo ademán de
acompañarlas hasta la puerta, pero la nana lo paro en seco.
-No hay que echarle más leña al
fuego, mi´jito –levanto la mano delante de él para detenerlo-. Jesús es un
chismoso de primera ley, seguro le cuenta a Don Fernando de tu presencia y no
quiero decirte la que se armaría…
-Que le diga lo que se le venga
en gana –exclamo orgulloso, Damián-No me importa…
-Pero a mi si, amor mío –exhalo
Elisa- por favor, quédate aquí, aun no es tiempo de enfrentar a mi padre.
Damián la miro inseguro, no
quería dejarla ir. Todo su ser pugnaba por seguir a su lado, por llevarla hasta
el carro y de ser posible ir con ella hasta su casa, pero sabía que era
imposible, acarrearía demasiados problemas y la más afectada seria sin lugar a
dudas su dulce y frágil Elisa.
-¿Cuándo te veré de nuevo?
–Preguntó con sentida ansiedad-
-Mañana… Espérame aquí a la misma
hora.
-¿Podrás venir?
-Hare hasta lo imposible… y si no
puedo te enviare una carta con mi nana.
Una sonrisa melancólica ilumino
el rostro de Damián, con delicadeza se llevo la pálida mano de Elisa a los
labios y deposito sobre su palpitante dorso un dulce beso. Por unos segundos no
se movieron, se quedaron mirando hipnotizados, en sus ojos refulgía el amor y
la esperanza de la prometida felicidad. Obedeciendo un impulso más fuerte que
su cordura, Damián jalo suavemente a Elisa hacia sus brazos, la arropo con
ellos cariñosamente ante la atónita mirada de la nana y uno que otro curioso
comensal que degustaba el tradicional cafecito vespertino. A ninguno de los dos
les importo en lo más mínimo la gente junto a ellos, en esos momentos sólo
existían los dos, el mundo se había desmoronado a su alrededor, desaparecido
por completo. El sutil carraspeo de la nana hizo reaccionar a Damián, quien
suavemente separo a Elisa de sus brazos no sin antes besarla en la mejilla para
calmar el ansia de hacerlo en sus labios.
-Te amo, Elisa… Aquí te esperaré
siempre.
-Te amo, Damián… Prometo que
vendré.
Los jalones de la nana sacaron a
Elisa del trance en el que estaba sumergida y muy a su pesar se encamino hacia
la lujosa puerta de cristal del Gran Salón Excélsior. No paraba de mirar hacia
atrás, ahí estaba el amor de su vida, su galante Damián, quien la observo
atento hasta que cruzo el umbral y salió a la calle.
Afuera, frente al carro,
sosteniendo la puerta trasera se encontraba Jesús, el chofer de la familia. A
pesar de su corta estatura y redonda figura portaba orgulloso el ridículo
uniforme que su madre le hacia calzar; al verla la saludo con una reverente
inclinación de cabeza cerrando la puerta una vez que ella y su nana estuvieron
dentro.
La angustia de Elisa era
palpable. No podía dejar de darle vueltas a la inusual irrupción del chofer en
su tarde de compras, obedeciendo las órdenes expresas de su madre. Doña Eugenia
nunca la enviaba a buscar, ni mucho menos ponía el chofer a sus servicios, para
ella el deber de Jesús era estar a su entera disposición por si lo necesitaba para algo. ¿Por qué ahora
enviarlo? ¿Qué había pasado?... Su mente siguió buscando alguna razón lógica
sin encontrarla, se devano los sesos y aún así no hallo justificación lógica
para ese extraño suceso. Sin darse cuenta empezó a jalarse los dedos, uno por
uno, para tronárselos, fue consciente de ello hasta que su nana le agarro la
mano para que detuviera su dañino tic.
-Deja de hacer eso, te vas a
desconchinflar los huesos, mi niña –la regaño con dulzura-
-Es que estoy muy nerviosa, nana
–se justifico Elisa con la voz quebrada-
-Tranquila, mi´jita. No te
preocupes por el día que no has visto venir. –recito la nana una de sus siempre
atinados dichos-. Esperemos a ver de que va este enredo, ni caso tiene
angustiarse por algo que seguro resultara una más de las excentricidades de tu
madre.
Elisa suspiro profundamente. Tal
vez su nana tuviera razón. Seguro que sí. Su madre era muy dada a actos
exagerados y fuera de lugar. Su aburrida vida la inclinaba a hacer cosas
extrañas para darle un poco de vivacidad a sus días grises. Al entrar a la casa
había logrado controlar un poco su ansiedad, pero aún así el color del rostro
se le había evaporado por completo. Podría ser una treta de su madre. O podría
no serlo. Mejor andar con pies de polvorosa. Por eso, ni rauda ni perezosa
siguió su impulso de correr a esconderse a su recamara, ahí estaría a buen
resguardo de cualquier tormenta que pudiera desatarse, pero cuando había subido
el primer escalón la gélida voz de su madre resonó con eco en toda la casa
cortándole la respiración.
-Elisa, ven aquí inmediatamente.
La voz venía de la sala de
descanso de Doña Eugenia.
Elisa soltó el aire con infinita
dificultad, toda su falsa tranquilidad se deshizo en medio segundo. Bajo sin
girar el escalón que hacia tan solo instante había subido y resignada se
encamino hacia la puerta abierta al final del largo pasillo que pasaba junto a
la escalera. Al llegar, se paro en seco en el umbral. Odiaba esa habitación,
era demasiado ostentosa, su madre en persona se había dedicado a decorarla para
convertirla en su espacio personal de retiro, por lo que por todas partes
rezumaba el estilo rebuscado y pretensioso de Doña Eugenia Rivadeneira de
Corcuera: los amplios ventanales que debían dejar entrar la blanquecina luz del
día que brillaba en el exterior estaban cubiertos por pesadas cortinas de
terciopelo color granate que oscurecían macabramente el espacio; el piso estaba
cubierto por completo por una carísima alfombra persa del mismo tono que las
cortinas. Los muebles eran todos exagerados, predominando los dos sillones
estilo Luis XV de finas maderas y tapizados en color ocre brilloso, en medio de
ellos resaltaba una mesa de té exageradamente torneada y con superficie de
mármol en tono perla mate. El colmo del lujo excesivo era la enorme araña de
muchísimos focos que colgaba del techo en medio del salón, la cual, por cierto,
era el orgullo de su madre porque la había mandado a traer de Francia; siempre
que podía la presumía ante sus amistades.
-Mande usted, madre –exclamo,
Elisa, fingiendo serenidad-
Doña Eugenio levanto la cara
hacia su hija, elevando la barbilla de esa forma tan altiva que la caracterizaba.
Dedicándole una mirada despectiva dijo con un dejo de desprecio en su tono de
voz:
-Hace un rato habló tu padre,
tenemos invitados a cenar –revisando a Elisa de pies a cabeza, agregó:- Me ha
indicado que es algo formal, así que cámbiate esa horrible ropa que traes y
viste con algo elegante, no quiero que me hagas pasar vergüenza, que van a
decir los invitados de tu padre, ¿Qué no tiene dinero para comprarle algo a su
hija? Así que escoge de las prendas nuevas que te ha diseñado Madame Rostan,
por favor.
Elisa frunció el ceño. Detestaba
sobre manera los recargados vestidos que esa señora le había traído. No eran
para nada de su estilo, ella era más bien de prendas sencillas, sin tanto holán
ni engorrosas mangas.
-¿Sabe usted quien vendrá a
cenar, madre? –pregunto suspirando fastidiada-.
-Eso es algo que a ti no te
importa –enfatizó con altivez- Limítate a obedecer.
Elisa enarco una ceja suspicaz.
Su madre es todo, menos discreta, adora anunciar con bomba y platillo a los
distinguidos invitados de su padre. Aguzo la mirada para observarla, estaba más
avinagrada de lo normal; su gesto lucia más adusto que de costumbre. Eso solo
podía deberse a una cosa: Ignoraba la identidad de los invitados de su padre…
¡La curiosidad la carcomía por dentro! La vena resaltada de su frente la
delataba, estaba alterada por no saber a quien recibiría en casa esa noche.
-No tiene la menor idea de
quienes son, ¿verdad, madre? –se burlo con disimulo Elisa, disfrutaba verla tan
descompuesta, por lo menos se veía un poco humana-
-No seas insolente, Elisa –espeto
furibunda clavándole una endemoniada mirada- Obedece de inmediato y deja de
decir sandeces.
Elisa rio por lo bajo
encaminándose a la salida, había cachado a su madre, estaba histérica por no
saber a quien había invitado su padre a cenar. A penas había dado un paso fuera
del salón cuando las filosas palabras de su madre la pararon en seco.
-No me expreso propiamente
quienes son los invitados, pero menciono algo referente a tu futuro- Doña
Eugenia sonrió con malicia- Así que creo suponer de quien se trata. Estoy
segura que tú también te lo imaginas, ¿verdad, hijita querida?
La virulenta insinuación de su
madre le cayo peor que un balde agua helada. No, él no. Por Dios, que él no sea
el invitado de su padre. Cualquier persona, el mundo entero si querían, pero él
no. Soportaría a todos los estirados conocidos de su familia, menos a él.
Ernesto del Cueto es un petulante insufrible que su padre quiere encasquetarle
de pretendiente a como de lugar. En otras ocasiones lo ha tolerado con
exagerados esfuerzos, esta noche no podría siquiera pasar un segundo en su
compañía.
-No bajare –exclamo en voz baja-
Así mi padre me mate a golpes por desobedecerlo, no bajare.
Decidida subió los escalones de
dos en dos, olvidándose de sus modales de dama entro corriendo a sus aposentos
azotando la puerta detrás de ella, paso el pestillo y se aventó en la cama a
llorar su desventura. Lo último que deseaba en el mundo era estar sentada a la
misma mesa con Ernesto del Cueto compartiendo una cena y más si era para
“tratar” su futuro. Ni hablar, de eso nada. Prefería morir de lo que fuera
encerrada para siempre en su recamara. Una actitud bastante dramática, pero la
sola idea de esa reunión sacaba la peor parte de ella, no podía evitarlo, detestaba
a su padre y al intento de pretendiente que quería acomodarle a como diera
lugar. No, ella no lo permitiría, su corazón, su alma, su vida… toda ella
entera pertenecían a Damián, sólo el podía hacerla salir de su habitación, sólo
él podía salvarla del funesto destino que se le avecinaba. Solo él, su Damián.
Ajeno a los tortuosos
pensamientos de Elisa, Damián caminaba bajo la lluvia. Se había quedado
prudentemente dentro del restaurante cuando ella salió de ahí, pero observando
todo desde la ventana, cuando vio que el carro avanzo cruzo la puerta y se
quedo mirando como se alejaba dejando una estela de humo negro tras de sí. Sin
darse cuenta se había quedado petrificado, de pie en la acera mirando hacia la
calle vacia por donde el auto con Elisa en él habían desaparecido minutos
antes. No fue su consciente del estado casi catatónico en que se encontraba
hasta que una gruesa gota de agua cayó sobre su frente trayéndolo de vuelta a
la realidad, a esa le siguieron muchos más que amenazaban con convertirse en un
chaparrón de aquellos. Sin paraguas con que guarecerse de la esperada lluvia de
todas las tardes de septiembre en Guadalajara, Damián se elevo el cuello de la
chaqueta para protegerse un poco y apretó el paso de su andar para llegar lo
antes posible a su domicilio.
Al llegar a su hogar Damián
corrió hacia las escaleras para dirigirse a sus aposentos a cambiarse la ropa
empapada por la lluvia, pero a penas había subido dos peldaños cuando del salón
familiar escucho la voz de su padre que lo llamaba.
-Mande, usted –respondió entrando
en el salón-
-Te tengo noticias, hijo
mío-exclamo Don Gerald-
-¿Buenas o malas? –Inquirió
Damián con el entrecejo fruncido al ver el estupor en el gesto de su padre-
-Todo depende de la perspectiva
con que la aprecies –adujo secamente levantando la vista de la copa de brandy
que sostenía en la mano y mirando al fin a su hijo, al ver el estado en que se
encontraba, agregó:-. Sube a cambiarte, vas a enfermar. Te espero aquí para que
conversemos.
-No, padre… por favor, primero
dígame…
-No seas insolente y obedece,
Damián. Sube a quitarte esa ropa mojada o pescarás un resfriado sino es que
algo peor.
Damián no se movió un ápice de su
lugar, le importaba un comino enfermarse, necesitaba saber lo que su padre
había platicado con Don Fernando, no le había dicho que de eso se trataba, pero
estaba seguro que de eso era, ¿de que más podría ser? Esta mañana había dicho
que hablaría con ese señor.
-Padre, disculpe mi irreverencia,
pero me urge saber la noticia que me tiene –tosió un poco-. ¿Por qué es sobre
su conversación con Don Fernando, verdad?
-Efectivamente, es sobre eso –lo
miro severo-, pero no te informaré nada hasta que no me obedezcas.
A regañadientes Damián giro sobre
sus talones y salió disparado a su recamara para cambiarse de ropa. El ansia le
carcomía los nervios, por lo que en un santiamén estuvo de regreso, aseado y
seco, delante de su padre, quien al verlo entrar le hizo un gesto con la mano
para que se sentará en el sillón frente a él, pero Damián lo rechazo, estaba
demasiado inquieto como para tomar asiento.
-Por favor, padre, no le de más
vueltas –le suplico Damián-
-Esta mañana fui a visitar a
Fernando Corcuera a sus oficinas –tomo un trago y el caliente liquido le
resbalo como terciopelo por la garganta-, ha dado su venia para que cortejes a
su hija y en un tiempo considerado te comprometas con ella.
Los ojos de Damián brillaron de
una indescriptible emoción que descendió hasta sus labios curvándolos en una
sonrisa de felicidad pura. Antes de lo que pudiera imaginar vería de nuevo a su
Elisa y ahora no a escondidas, sino a los ojos de todos, siguiendo el protocolo
de los cortejos para en un breve lapso de tiempo convertirla al fin en su
esposa. Miro a su padre con atención, buscando en sus ojos un eco a su alegría,
pero la preocupación que vio en ellos ensombreció su momento de dicha. Recordó
el gesto adusto con el cual lo encontró al llegar a casa, ¿Por qué estaba así
su padre? ¿A caso ya no estaba convencido de su matrimonio con Elisa?
-¿Qué lo tiene así de preocupado,
padre? –Titubeo al preguntar, temía la respuesta-
-No es preocupación, hijo mío
–contesto sin dejo de emoción-. Es sólo que hoy tuve que hacer uso de una
artimaña fuera de mis principios.
-¿A que se refiere? No lo
entiendo, padre.
-Para que Fernando accediera tuve
que chantajearlo –farfulló al fin soltando el aire-. No me siento en lo más
mínimo orgulloso de eso, sé que es por tu felicidad, pero aún así siento que
traicione mis principios.
-Lo siento tanto –Exclamo, Damián
tragando el nudo que se le formo en la garganta-, gracias por eso, padre… y no
se sienta mal, recuerde el principio de Maquiavelo.
-Lo sé y también sé que no pudo
haber sido de otra forma, ese hombre jamás hubiera dado su permiso de no
haberlo coaccionado de esa manera.
Un silencio atronador se
estableció entre ellos. Damián estaba estupefacto, conocía de sobra lo derecho
que era su padre, todo un caballero, jamás en su vida había hecho nada de lo
que tuviera que avergonzarse y saber que ahora, por su felicidad, había sido
capaz de utilizar una bajeza como lo es el chantaje lo tenía atónito, pero
sobre todo conmovido, su padre lo amaba entrañablemente. Se acerco a él con
cautela y sin mediar palabra alguna lo abrazó encerrando en ese pequeño gesto
cariñoso toda la gratitud que le profesaba por haber ido más allá del bien y el
mal para conseguir que pudiera unir su vida a la de la mujer que ama.
-De nada, hijo… Por tu felicidad
lo volvería hacer las veces que fuera necesarias, tú y tu madre son mi vida,
por ustedes soy capaz de cualquier cosa –exclamo con la voz quebrada dándole
unas palmaditas en la espalda a su primogénito-. Anda, avísale a tu madre que
salimos en un momento, Don Fernando nos espera en casa para hacer oficial el
noviazgo.
Con suavidad Damián se separo de
su padre, en un par de zancadas alcanzó la puerta del salón, pero antes de
cruzar el umbral se paro en seco. Había sentido algo más en el tono de voz de
su padre, estaba seguro que algo le ocultaba.
-¿Le preocupa algo más, padre?
–Pregunto desde el quicio de la puerta-
Gerald Metzger se sobrecogió por
la pregunta. Si, algo más lo tenía ansioso, más no consideraba prudente empañar
la felicidad de su hijo, lo que pasaba por su cabeza eran meras suposiciones
que rogaba al cielo no se cumplieran. La guerra en Alemania recién había
comenzado, el ejército nazi era fuerte y bien organizado, lo más probable era
que terminara en corto tiempo, pronto su nación volvería a ser fuerte como
antes del tratado de Versalles. Su angustia no tenia fundamento, pero aún así
no podía dejar de darle vueltas, ¿Y si la guerra se prolongaba? ¿Les afectaría
a ellos aún estando tan lejos? No veía el modo de que así fuera, por lo que no
tenía caso preocupar a Damián con conjeturas descabelladas.
-Que se nos haga tarde… bien
sabes que detesto la puntualidad, nos esperan a las 7 y media de la noche así
que date prisa, por favor –espeto con seriedad-.
-¿Seguro, padre? ¿No hay algo
más? –arremetió sagaz, Damián-
Don Gerald lo miró largamente
cavilando si debía o no hacerle participe de la otra inquietud que lo
atormentaba. Coaccionar a Don Fernando había sido casi demasiado fácil, temía
que tomará algún tipo de represalia o planeara alguna argucia para echar abajo
el compromiso de Damián con Elisa. Ese señor no era de fiar, seguro se había
guardado alguna buena carta bajo la manga y la sacaría en el momento menos
esperado, justo cuando ellos estuvieran confiados de haber alcanzado la
felicidad.
Después de pensarlo, decidió que
si, su hijo debería saber. Más valía estar atentos.
-Solo una cosa, hijo mío… No hay que bajar la guardia con Fernando
Corcuera.
-Jamás, padre. Ese hombre no
tiene palabra.
-Exactamente.-exclamo Gerald
torvamente-
-¿Eso era todo? ¿No lo angustia
nada más? –Insistió Damián-
-Nada. –Exclamo tajante para dar
por terminada la conversación-
Las palabras de su padre no lo
convencieron en lo más mínimo, pero aún así se limito a asentir con la cabeza e
ir a avisarle a su madre. Por más inquietud que le provocará el gesto de
ansiedad de su padre, no podía detenerse a pensar en él, en ese justo instantes
solo un nombre dominaba sus pensamientos: Elisa… Su Elisa. Nada ni nadie
lograría separarlo de ella. Si antes no hubieran podido, ahora, que un futuro
promisorio se abría ante ellos, menos.
ay dios por favor q alguien le diga a Elisa q es Damian el q va a ir a cenar junto con sus padres porq donde ella no baje.. el idiota de su padre va a sacar ventaja de eso .... bueno eso digo yo ... Do Gerald ... oh dios por favor q todo salga bien y todavia nos queden mas capitulos antes de ese LLAMADO porq digo por algo se llama asi la historia jejejeje .... amiga me sorprendes cada ves mas y es u honor poder acompañarte e este viaje.
ResponderBorrartu tranquila q la imaginación es muy grande y mas cuando das los detalles de cada cosa q pasa en el capitulo las imágenes aparecen solas ... ya quisiera yo escribir asi ,,, ok ya shhhh!!! q yo no digo nada mas .. te lo prometí y lo cumpliré =D
una ves mas gracias y a la espera de esa Cena q nos tiene en un hilo...... a trabajar duro con las nominaciones en la LOKOTECA ;-D
hay ya.... ME ENCANTOOOOO!!!!!!!!!!!!!!
ResponderBorrarcreo que con eso lo dije todo, un besazo !!!
ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh me encanta tu historia solo q me preocupa si mi tocaya no baja ella no tiene idea q son ellos los q iran a cenar q la nana se lo diga profavor ....q como dice Jelly el papa de ella aprovechara esto para desechar el noviazgo ahhhh q angustia no nos pueden dejar asi .....
ResponderBorrarq ansias hasta el proximo capitulo ....un abrazo gigante ...mil gracias ....
Hola Kris!! Estaba un poco atrasada con la lectura, pero ya logré ponerme al día, y como siempre lejos de la decepción, la historia va cada vez más y más interesante!! Lo de las fotos que dijiste en el face, no te preocupes, como siempre te dije y te comento Jelly más arriba, con la descripción que haces de cada lugar y de cada sentimiento, solo tenemos que dejar volar un poco nuestra imaginación!! Vos tranqui, que nosotras te esperamos para cuando vos puedas publicar! Nos leemos nena. Bss
ResponderBorrarEstos dos no la van a llevar facil... X Dios!!!... Que manera de sufrir!!! ... Bendito viejo!!!...
ResponderBorrarNena como siempre, EXCELENTE, tienes razón Jelly, pensé lo mismo, quizas se escapa y el papa se guinda por allí como dicen acá...en fin esperemos que no haga una de las suyas, quizás la nana los vea y le avise...que se yo.....
ResponderBorrarno queda mas que esperar el próximo capitulo... gracias por compartir con nosotras....
Un besote nena... :)
KRIS! me encanta tu relato, logras q me sienta ahí en guadalajara en esa época!! me encanta!!
ResponderBorrarpero ya estoy sufriendo!!ay mi pobre corazoncillo!!
la verdad ni se noto lo de las fotos, estuvo tan intensa esta primera parte!!! q ya quiero q sea DOMINGO!!
tqm.
Hay Dios mio!!!!! Proximo capitulo please!!! Super Kristelll super!!!
ResponderBorrarOjala que el papá de Elisa no les tenga preparada alguna sorpresa a esta pareja. Ellos me encantan, son tan dulces y romanticos, Kristell, tu si sabes como hacer parejas bonitas.
ResponderBorrarMuchas gracias por el capi, esperó con ansias el siguiente, me encanta leerte y ya sabes que estoy al pendiente.
Nos vemos y te mando un abrazo.
Por lo menos no era Fernando, quien atormentaba a la nana, era el chófer. Espero que la nana Chata avise a Elisa que los invitados a la cena son Damian y sus padres, si no se perderá la cena.
ResponderBorrarA la espera del próximo cápitulo. Besazos
Siempre te he dicho que me impresiona muchisimo el palalelo entre el hogar de Damian y el de Elisa, para que luego digan que los alemanes son frios. Espero que si quiera bajar a cenar... ay Dios, que nervios!!!! Nana Chata... ayudameeeeeeeee
ResponderBorrarEsta novela me encanta, es un viaje al pasado que disfruto muchisimo... es preciosa. Besos mil amiga, ya sabes, VAMOS POR TODO... LIMITLESS!!!
Dios!!! Que todo salga bien en la cena..... Pero creo que soy demasiado optimista.
ResponderBorrarCómo no le dice Don Fernando que es Damian el que va a cenar?? Solo faltaría que no se presente Elisa ala cena...espero que si vaya!!! Aunque no se por que me da a mi que la cena no va a ser tan perfecta... Don Fernando se guardará algun as bajo la manga, espero equivocarme!!! Ya sabes que me encanta tu historia y que a cada capitulo me engancha más!!! VAMOS POR TODO :D Besos
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