domingo, 20 de octubre de 2013

CAPITULO IV segunda parte



-Lo sabía, mi madre es demasiado intransigente… jamás desobedecería a mi padre –exclamó con sumo pesar- ¿Cómo se me pudo ocurrir si quiera que podría existir la mas nimia oportunidad de que me dejara salir?

La nana no pudo aguantar la sonrisa por más tiempo, sus labios se curvaron y con voz cantarina le dijo:
-Fácil, mi niña, se te ocurrió porque sí existió tal posibilidad -hizo una pausa para mirar a Elisa, que se había enderezado abriendo los ojos desmesuradamente con la expresión transformada por la incredulidad-… Doña Eugenia ha permitido que me acompañes…

-¿Qué?... ¿en serio?... –balbuceó sin dar crédito-, pero ¿cómo lo has logrado?

La nana Engracia soltó una risita traviesa.

-La he agarrado en sus cinco minutos de distracción –Sonrió, cómplice-. Está en reunión con las damas de la vela perpetua, no podía negarse a dejarte ir de compras, ¿bajo qué pretexto lo haría?... No, mi niña, lo último que tu madre haría sería quedar en ridículo frente a sus estiradas amigas, jamás lo permitiría, hasta la autoridad de tu padre está por debajo de su necesidad de guardar las apariencias.

-Como siempre, pendiente del qué dirán –dijo Elisa, entre risas-.

-Genio y figura hasta la sepultura, mi´ja –puntualizó la nana con uno de sus famosos dichos-. Si hasta me indicó con voz exageradamente alta para que la oyeran, que compraras lo que quisieras, que recordaras que tu padre tiene cuenta exclusiva y que ahí lo podías cargar.

Elisa hizo un gesto de hartazgo, no soportaba esas actitudes de demostrar quién tiene más, como si el dinero pudiera comprar la felicidad o el amor.

-¡Ja! Siempre presuntuosa la madre mía, pero qué más da, a mí me importa un comino, si esa ansia de presumir la condujo a darme permiso, lo principal es que veré a Damián –dijo ilusionada, dando vueltas de genuina alegría por toda la habitación-. Ven, nana, ayúdame a cambiarme, tengo que lucir hermosa para él.

-¿Más, mi niña? ¡Imposible! –la voz de la nana estaba cargada de orgullo materno, amaba a Elisa como si ella misma la hubiera parido-.

Indecisa, Elisa se probó como cinco atuendos, nunca le había interesado tanto su apariencia como en ese instante, deseaba verse bonita para él. Al final se decidió por un vestido color crema de mangas cortitas y bombachas, lo que le hacía lucir los hombros un tanto más anchos, tal cual dictaba la moda. Por supuesto, también se enfundó en una faja de latex, no la necesitaba, su figura era delgada, pero esa prenda íntima era tan importante casi como el mismo sujetador. El cuello del vestido era en forma de V, con un discreto escote que estaba cubierto por dentro por una sutil pañoleta de seda negra que hacía juego con el grueso cinturón que engalanaba su esbelta figura. Unas medias del novedoso tejido artificial de nylon y zapatillas de tacón de aguja con punta fina completaron el atuendo. Se peinó el espeso cabello en marcadas ondas desde la frente, se acomodó el bonete, decorado con una delicada red de encaje fino, aplicó unas gotas de perfume channel y ya estaba casi lista, tan sólo faltaba el maquillaje, ella no solía aplicar mucho, unos cuantos retoques, las cataplasmas de colores cargados eran historia, eso ya no se usaba en estos tiempos, era cosa de la década pasada. Una ligera capa de base de maquillaje era más que suficiente, ella usaba la de max factor, una maravilla, se la había traído su madre del viaje a Nueva York que había hecho con su padre el año pasado, de los pocos regalos que le había hecho en toda su vida. De ahí aplicó un poco de rímel negro en las pestañas (las postizas las dejó de lado, no las necesitaba, tenía suficientemente largas y espesas las propias); sólo faltaban unos cuantos toques: perfilar las cejas, unas pasadas de colorete en las mejillas, bilé carmín en los labios y un poquito de vaselina para darle brillo.

-¿Cómo luzco? –Preguntó ansiosa, mientras giraba delante del enorme espejo de su tocador-.

-¡Preciosa! –Sonrió su nana-. Pareces un ángel…

-Gracias… pero ya vámonos, es tarde, ya pasan de las 3 y media… No quiero hacerlo esperar mucho tiempo.

-Tranquila, no está mal que te espere… -sonrió indulgente ante la impaciencia de Elisa-. No olvides los guantes –expresó, acordándose de que Doña Eugenia moriría si no los llevaba-.

-Se me olvidaban –dijo mientras corría al ropero a sacar del segundo cajón un par de guantes de seda negros, para combinar con el resto de su atuendo-.

-¡Ay, muchachita!, el amor te trae en las nubes –dijo entre risas, la nana-. De seguro tampoco has pensado en el paraguas y estamos en septiembre, en este mes, en Guadalajara, nunca se sabe…

-Ya sé, nana: ¡De mayo a septiembre puede que llueva, puede que no, todo depende, si hay nubes negras, seguro lloverá, si hay sol, también!- la interrumpió, repitiendo de memoria las palabras que desde niña le ha dicho su nana con referencia al estado meteorológico de Guadalajara en esos meses del año, donde casi todas las tardes, sin falta llueve-. No te preocupes, ya traigo aquí el paraguas. –dijo, levantándolo para que lo viera y abriendo la puerta de su recámara para salir-.

Faltando quince minutos para las cuatro de la tarde, la hora señalada para su cita con Damián, Elisa y su nana salieron de la casa. Varias cuadras las separaban de su destino, pero a las dos siempre les había gustado caminar, más por las tardes, cuando algunas románticas avenidas cubiertas de árboles eran alfombradas por los pétalos azul intenso de esas peculiares flores de un día que se desprendían suicidas y espléndidas de las ramas, cuando el sol descendía lentamente en el horizonte.

El Gran Salón Excélsior era el restaurante-café más cosmopolita de Guadalajara, único en su género, ofrecía exquisitas variedades culinarias, incluidos platillos regionales y otros mucho más elaborados. Los sábados se convertía en cabaret ofreciendo variedades artísticas para entretener a sus asiduos clientes que buscaban sana diversión nocturna degustando una exclusiva cena. Este peculiar establecimiento ubicado frente a la estación de ferrocarril era el centro de reunión por excelencia de la rancia sociedad tapatía.


Al llegar al final de la avenida 16 de septiembre vislumbraron a lo lejos a Damián. De pie, junto a la puerta de entrada, caminaba de un lado a otro, claramente nervioso, pateando de cuando en cuando una imaginaria piedra. Al girar en una de esas tantas vueltas que estaban a punto de hacer una zanja en el pavimento, se paró en seco. Del otro lado de la calle estaba su ninfa de tiernos ojos; al verla, su semblante se vio iluminado por una espontánea sonrisa, haciendo que sus expresivos ojos azules centellaran de una forma especial. Elisa no pudo contener la emoción de tenerlo en frente, su rostro se tornó sonriente y no pudo quitarle la vista de encima mientras atravesaba la calle que los separaba. Es tan gallardo, pensó en sus adentros, mordiéndose los labios y retorciendo sus dedos, ansiosa.

Cuando al fin estuvieron frente a frente, ninguno de los dos supo cómo reaccionar. Cohibidos por la presencia de la nana, se quedaron estáticos y en silencio, mientras sus ojos se decían todo aquello que sus labios no podían pronunciar.

-Sólo un ratito, mi niña –dijo su nana, sacándolos del dulce estupor en que se habían sumido-. Hago las compras de tu madre y vengo por ti para regresar antes de que Don Fernando vuelva de la oficina… No hay que tentar al diablo, donde se dé cuenta de que saliste nos arma la de Dios padre –cerró los ojos y negó con la cabeza- ¡Ay, Santísima Trinidad, ni imaginarme quiero lo que sería capaz de hacer si sabe que la ando haciendo de tu Celestina!… ¡Capaz me despelleja viva!

-¡Ni Dios lo mande, nana!… tú, tranquila, ve con calma, que yo aquí te estaré esperando.

Damián le pasó el brazo por los hombros cariñosamente a la nana de Elisa, depositando un beso en la encanecida cabeza de la señora.

-No se preocupe de más, viejita linda –le dijo con suavidad-. Yo se la cuido con mi vida, de ser necesario.

La nana se soltó furibunda, pero sonriente, este desabrido caballerito sí que adoraba a su niña Elisa y con eso ya se tenía ganado un trozo de su corazón.

-¡Más le vale, jovencito! –exclamó con falsa dureza- ¡Ah! Y viejos, los cerros, y aún así reverdecen…

Elisa y Damián rieron por la jocosa observación de la nana mientras ésta seguía su camino hacia el centro. Tenía varios encargos de Doña Eugenia, pero lo más importante que tenía que comprar eran varios pares de las novedosas medias de nylon Dupont, la marca que inventó el sintético tejido y la única que las comercializaba. En Guadalajara sólo se podían encontrar en el prestigioso almacén “Las Fábricas de Francia”, instaladas en la preferencia tapatía desde que en 1880 la inauguraron los barcelonettes. Sobra decir que la nana odiaba esas tiendas. Acostumbrada como estaba al comercio informal donde se podía aplicar el intrincado “estilo tapatío” de regateo, comprar en almacenes con precios fijos sin posibilidad de cambio era algo que la irritaba aun si el dinero no era suyo. “Voy a perder mi toque, al rato ni medio centavo lograré que me rebaje el de la leche o el del pan”… había exclamado furibunda más de una vez, después de regresar de una de esas tiendas.

Mientras se alejaba mascullando por lo bajo la incomodidad que sentía de ir a esos lugares, Elisa y Damián la miraban con detenimiento, ella aguantando la risa, porque bien sabía todo lo que su nana iba refunfuñando. Una vez que ya no divisaron más a la nana y se sintieron, ahora sí, completamente a solas, se giraron para quedar de frente, las miradas en un principio intensas se tornaron poco a poco abrasadoras, el amor que fluía entre ellos casi era palpable con las manos como si fuera una densa nube de emociones que lentamente los fue sumiendo en un mundo paralelo donde sólo existían los dos. Se tomaron de la mano y el contacto de su piel hizo sinergia en sus sentidos, haciendo explotar la chispa en sus corazones. El eco llegó a cada rincón de su ser, haciéndolos temblar. Todo a su alrededor se desvaneció en un silencio encantador, hasta que fueron abruptamente interrumpidos por la voz de un pregonero que desde su carreta, jalada por dos caballos, gritaba a voz en cuello con una tonadilla de notas bajas y alargadas que terminaban agudas:

“Eeeeeel carboooooon de puraaaaaa leñaaaaaaaaa”…

A ese entonado pregón le siguió el inconfundible silbato de escala musical ascendente y descendente con que se anunciaba el afilador de cuchillos que contrastaba armoniosamente con las chillonas bocinas de los automóviles.

-¡Sólo en Guadalajara…! –Exclamaron al mismo tiempo, entre risas-.

Sonrientes, sin romper el hechizo de su mirada ni sus manos entrelazadas, entraron en la concurrida cafetería de estilo afrancesado. Fueron directo hasta las últimas mesas, las más pequeñas y que estaban en fila junto a la ventana. Desde ahí claramente se podía admirar la agitada vida que latía en el exterior. Y es que la cotidianidad en la capital Jalisciense era digna de observar y más que nada de estudiar. Su inverosímil dualidad de ser ciudad y pueblo al mismo tiempo, le profería un aire de señora elegante viviendo en medio del campo. Por sus calles, lo mismo pasaban modernos automóviles Bugatti y Ford V8, como también circulaban acémilas de diversos tipos uncidas a carruajes, tanto de transporte de personas como de mercancías.

-Amo Guadalajara -rompió el silencio, Damián-. Tiene mucha personalidad. Aquí convergen en armonía la agitada vorágine del mundo moderno, que poco a poco se abre brecha, y la encantadora pasividad del mundo campirano, es como si viviera en una atemporalidad ajena al siglo en que vivimos.

Elisa le sonrió soñadora mientras observaba a un hombre con una canasta en la cabeza que anunciaba productos lácteos de Tapalpa: esas deliciosas cremitas en jarritos de barro y la suntuosa mantequilla envuelta en hoja de maíz. Junto a él pasaba un hombre a caballo y por la otra esquina un auto rebasaba a gran velocidad una carretilla jalada por un par de bueyes que transportaba sacos de tierra de encino, la mejor para las plantas ornamentales y para renovar las jardineras.

-El vivir, mitad pueblerino, mitad ciudadano, en la urbe luminosa y sonriente… -Exclamó absorta Elisa, frase de un libro que no tenía mucho de haber leído; la escena en el exterior se la había recordado-.

-“Las Almas Solas”, de Eduardo Correa –confirmó Damián-.

Elisa le sonrió con admiración.

-Efectivamente, la mejor descripción que he escuchado de mi querida Perla de Occidente.

-Concuerdo contigo, es casi tan poético como los versos de Pérez Velarde.

-¿Te gustan sus poemas? –preguntó, curiosa- A mí me gustan algunos, sobre todo “Y pensar que pudimos”…

-Sí, tiene un estilo especial, he leído algunos, entre ellos el que mencionas, aunque ese me parece muy triste ¿Por qué te gusta tanto?

-No sé, la verdad. Lo que expresa me hace sentir necesidad de algo que no sé siquiera que existe y que tal vez nunca tenga la posibilidad de experimentar -Hizo una pausa, mirando al infinito y cuando se percató de que Damián la observaba con detenimiento, listo para indagar más sobre sus nocivos pensamientos. Lanzó otra pregunta para mantener la conversación en el tema literario- ¿A ti cuál te agrada más?

-No sabría decirte, no soy muy afecto a la poesía, soy más de leer filosofía, principalmente de Nietzche.

-Sus libros son muy interesantes, pero si de filosofía hablamos, me inclino por Tomás Moro.

-Mmm… te diré –Ríe, Damián- Utopía es bueno, no obstante, prefiero leer a Platón.

-No puedo rebatirte ese punto, él es sin duda alguna el padre de la filosofía.

-¿Has leído sus diálogos? –Preguntó asombrado, Damián-.

-¡Por supuesto, me encantan!… Aunque lo he hecho a escondidas de mi padre, tiene la arcaica idea de que nosotras no debemos leer libros tan profundos, según él, sólo los hombres los pueden comprender, las mujeres nacieron para casarse y criar hijos…

-Mi padre es de ideas muy diferentes, nada machistas, yo diría que hasta revolucionarias; para él, la mujer tiene la misma o más capacidad intelectual que el hombre. Con mi madre siempre ha mantenido debates filosóficos al estilo socrático; es casi como una diversión, de ahí mi gusto por la filosofía.

-Mis padres con trabajo y se dirigen la palabra, tan sólo concuerdan cuando se trata de maltratarme.

La mirada de Damián se oscureció al recordar los golpes en el rostro de Elisa. Con sutileza levantó la mano y le acarició la mejilla, justo ahí donde había estado la venda, pero que ahora tan sólo era un tenue borrón violáceo casi imperceptible por completo.

-Ha desaparecido casi por completo –dijo él, casi en automático-.

-Sí, las curaciones herbolarias de mi nana son infalibles, las aprendió de su abuela…

Damián puso el dedo índice sobre los labios de Elisa para silenciarla suavemente. Había cerrado los ojos y un rictus de dolor le desfiguraba su galante rostro.

-Antes de lo que te imaginas te sacaré de esa casa. Te lo juro.

-Mi padre no lo permitirá nunca, es tan cerrado…

-Eso no me detendrá, ángel mío –la interrumpió suavemente, depositando un beso en la mano de ella, que tenía entre las suyas-. Además, tenemos el apoyo de mis padres.

-¿Se lo has dicho? –Preguntó, abriendo los ojos-.

-Sí, les he contado todo y mi padre dijo que hablaría con el tuyo para convencerlo.

-No lo conseguirá, cuando Fernando Corcuera dice algo, jamás se retracta.

-Siempre hay una primera vez. –Acotó Damián, tajante-.

Un rayito de ilusión se filtró por las rendijas del corazón de Elisa. El tono de voz de Damián le transmitió confianza; si él lo decía con tanta seguridad era porque tal vez existía la remota posibilidad de que pudiera ser. Quizá, al fin la vida le sonreiría. Miró por la ventana. Sí, era plausible, su sueño de amor con Damián aún tenía esperanza.

-Lo lograremos, ya lo verás –exclamó Damián al percibir los pensamientos de Elisa-.

Ella le sonrió soñadora, provocándole que el corazón se le encogiera. Seguía sin comprender cómo podía amarla en tan corto tiempo, pero lo hacía y profundamente. Su vida había dado un giro inesperado de 180 grados, todo lo que para él era importante había dejado de serlo, ahora tan sólo ella ocupaba sus pensamientos, había invadido su corazón, su vida y su alma por completo, y él estaba más que feliz de entregarse a ella en charola de plata.

La conversación entre ellos siguió fluyendo, haciendo a un lado el tema de su relación. No tenía caso seguir dándole vueltas a lo mismo, tan sólo les quedaba esperar los resultados del encuentro entre sus respectivos progenitores. Para distraerse de esa cuestión hablaron de todo y de nada, se enzarzaron en un nutrido intercambio de impresiones sobre filosofía, poesía y literatura que, sin darse cuenta, saltó al séptimo arte, para seguir en un intricado debate sobre política, tanto de México, como del mundo.

-Elisa -dijo Damián, tomando sus manos entre las suyas-, estoy impresionado, tu aguda manera de ver el mundo es excepcional. Tan interesado estoy en todo lo que hemos platicado que no he sentido el tiempo pasar.

-Gracias por apreciarlo, por no verme como una muñequita de aparador –le respondió ella con una sonrisa-. Contigo puedo ser yo, sin remilgos, sin poses, sin tener que ocultar que leo y que tengo una opinión propia bien definida.

-No tienes por qué darlas, ángel mío. Como te dije, crecí en un núcleo familiar con ideas muy diferentes a las del resto de la sociedad, para mí es maravilloso que seas así, odio las poses falsas y que no me discutan –le guiñó coquetamente un ojo-. Contigo jamás me aburriré, debatir sobre lo que sea se convertirá en mi deporte favorito, ya lo verás.

-¿No te importará que algunas veces yo gane? –Bromeó Elisa-.

-Al contrario. Será un dulce reto que superar.

-Entonces, ¿no encuentras irreverente que no concuerde contigo, mi futuro marido, en todo? –preguntó, guasona, pero un nudo de emoción se le instaló en el estómago al decir en voz alta “futuro marido”-.

-Claro que no… y no sabes cuánto me encanta eso de ti.

Damián susurró la última parte de su frase, ya con la mano de Elisa pegada a sus labios. Depositó en ésta un tierno beso que a ella le provocó fuertes sensaciones desconocidas, pero que le resultaron hartamente agradables. Una sutil corriente eléctrica le recorrió el cuerpo de pies a cabeza, sonrojándole las mejillas. En sus ojos brotó un fuego ardiente que no pasó desapercibido a Damián, quien clavó sus pupilas azules, igual de encendidas en las de ella. La magia los envolvió en una delicada bruma romántica que fue interrumpida por una acelerada nana Chata, que se apareció de repente junto a ellos. Estaba notoriamente alterada, su rostro desprovisto de color mostraba una profunda ansiedad.

Los jóvenes enamorados no pudieron romper el contacto visual, sus miradas seguían entrelazadas la una con la otra, pero habían cambiado: la furia impresa en la de él y el miedo palpable en la de ella. Una sola pregunta flotaba entre los dos: ¿Se habrá enterado Don Fernando, de su encuentro?

12 comentarios :

  1. comosiempre maravillosocapitulo el amor q ellos se entregan es ahhhhh hermoso damian es com para enamorarse de el lindo .....mil gracias por compartir tu historia y ojala q no les suceda nada malo a mi tocalla pobrecita ella el padre mas lo q la maltrata .......un abrazo

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  2. Esta novela tiene personajes que detesto, como los padres de Elisa, pero hay otros como la nana que son simplemente encantadores. Ella ha sido una madre para ella, una madre alcahueta ademas... me encanta!
    "Depositó en ésta un tierno beso que a ella le provocó fuertes sensaciones desconocidas, pero que le resultaron hartamente agradables. Una sutil corriente eléctrica le recorrió el cuerpo de pies a cabeza, sonrojándole las mejillas." Aqui creo que me derreti amiga, ahora no soy mas que una masa gelatinosa en mi silla...
    Le tengo mucha fe a esta historia, me encanta, de verdad!!!
    VAMOS POR TODO... AL INFINITO Y MAS ALLA!!! Seguiras cosechando exitos y un dia muy pronto vere esta historia como best seller, besos mil amiga!

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  3. y otro altar mas a la nana chata q señora pero si me la como es un amor y hará todo por su niña Elisa.
    dejarlos solos fue muy lindo de su parte.
    conocerse Elisa y Damian y amarse de la manera en q se nota q se aman es el mejor regalo q se pueden dar mutuamente ... ahora solo espero q eso les dure mucho mucho !!!! aunq no todo puede ser alegría y felicidad pero esq q no se acabe tan pronto ...
    ojala q don Fernando no se haya enterado porq si no ahora si arde troya !!!!

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  4. Que buen capitulo Kristell!! Fue genial, esperemos que Don Fernando no se haya enterado de nada, por que si no pobre nana... como adoro a esa viejita, es todo amor, todo ternura, se ve que quiere a Elisa más que si fuese su propia hija. Me encantan Damian y Elisa, espero que puedan estar juntos por muuuuucho tiempo. VAMOS POR TODO AVENGER!! Mil besos amiga :D

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  5. Que ha pasado?, por qué la nana Chata está como si la persiguiera del diablo?. Espero que no sea Corcuera, porque si no no se vuelven a ver hasta que las ranas críen pelo.
    Me agrada mucho la nana.
    Y la pareja de enamorados, que ricura

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  6. Estaba leyendo con una sonrisa todo el tiempo pero el corazon casi se me detiene al final. Esta super emocionante. Mil gracias por esta bella historia.

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  7. wow!! kriss!! me transportaste a esa bella época, me sentí parte de Guadalajara!!aaaaaa!! pero la insaciable q llevo dentro sufre por que quiero q los capítulos sean mas largos!...jejejejejeje

    sigue así amiga!! excelente relatora!! tqm.

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  8. Hola de nuevo , a qui estoy cada vez mas entusiasmada con cada nuevo capitulo ,je je ahora que lo recuerdo seguro que le e despistado ,pues no tengo el mismo nombre ,pero eso tiene facil solucion soy la que le escribia con el nombre de chacho ,jajaj ,un beso `por ser asi de creativa como siempre .

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  9. Kris adoro tu manera de eacribir, como con cada palabra nos trasmites tantas emociones y sentimientos....con tus frases me transportas a esa hermosa epoca....que bello sentimiento el q nacio entre Damian y Elisa....es q definitivamente el tiempo no importa cuando el corazon manda, y cuando conocemos al indicicado algo dentro nos lo dice y eso lo se por experiencia propia.....que vio y supp la nana para estar tan alterada????
    Hasta el proximo capitulo nena.....
    Un beso :)

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  10. Es tan bonito el romance entre ellos, se ve que es un amor puro y sincero, ojala que no les toque tener muchos obstáculos. Me gusta mucho las descripciones que haces de como era Guadalajara en aquella época, casi es como si al leerte estuviera allá.
    Espero que el papá de Elisa no los haya descubierto porque es capaz de golpear tambien a la nana, odio a ese hombre..!!
    Muchas gracias por el capitulo Kristell, como siempre nos dejas con ganas de mas y a la espera del proximo. Un gran trabajo como siempre.
    Nos leemos pronto y te mando un abrazo.

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  11. Ayyyy mi Kristell querida, I'm sorry, que llevaba un poco de retraso en tu historia, pero ya me he puesto el dia y ya no te fallo. Pero como me gusta esta historia llena de amor, son tan romanticos Damian y Elisa, que bueno que en tan poco tiempo esten tan enamorados, me encantan. Y la nana chata es maravillosa, me gusta mucho como cuida de Elisa como si fuera su propia hija, no como sus propios padres que son unos sinvergüenzas (por no decir cosas peores). Como siempre tu forma de describir es impresionante y en esta historia es super importante ya que hay que introducirse en una epoca que no hemos vivido, pero tu lo consigues. Muchas felicidades. Mil cariños.

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  12. Hola, cuando regresas sigo esperando rus capitulos

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